Cuando haya pasado nuestra loca vida,
Y no quede nada de nuestra existencia sufrida.
Cuando se apaguen las estrellas y no den ya más su luz diáfana,
Y nuestros ojos se cierren para dar paso a la soledad blanca.
Cuando no quede ya más amor, ni dolor, ni morada,
Cuando se muera todo y también se apague tu hermosa mirada.
Extrañare cuando mis manos a ti alzaba,
Recordare cuando a ti cantaba.
Cuando no mire las flores y huela su exquisito aroma,
Y no comprenda porque no termino mi hora.
Cuando acaben los sueños del mar con cubrir la tierra,
Y ganen los desiertos con su sequedal la batalla.
Cuando no haya más sonido de guitarra afinada,
y no me llegue tu voz de música amada.
No volverá a ser un espacio tu conversación,
Ni será el motivo de mi meditación.
Cuando no piense más en tu nombre, ni en tus ojos buenos,
Y caiga todo reino como la estrella del atardecer.
Cuando ya la noche sea avanzada y no haya amanecer,
Mirare el viento transparente y oiré su lamentos.
Cuando se olviden de mi los valles por donde anduve con mis sueños de flores
Cuando no se oiga el respiro de sus señores.
¿Ay ¡! Cuantas veces quise correr por sus jardines?
¿Y cuantas veces marcho ejercito al compás de sus clarines?
Cuando sea todo sepultado en una noche volcánica de fulgor,
Y todo suceda tan de repente como relámpago.
Cuando el cielo se enrojezca como bronce divino en su ardor,
Y las ciudades callen de su infernal tráfago.
Cuando no se oiga canción ni poesía, ni acordes de piano,
Cuando seamos separados unos de los otros los que fueron seres humanos.
Pasará la vida de barro y aliento con forma
También el candor del planeta, que al barro otra vez se torna.
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