¿A quién iré, Dios Santo, Padre de todos?
No tengo donde ir, solo tú puedes curar una alma enferma.
No iré a Dagón, dios de los incircuncisos Filisteos,
Mitad hombre, mitad pez, adoración de los Cananeos.
No iré a Astoret, diosa de los fenicios que después fue patrona de Éfeso,
Sumergirme en sus interminables borracheras y orgías de sexo.
dioses que no sacian la sed de mi alma como tu Dios de los cielos.
¿A quién iré, si tú tienes palabras llenas de tu Espíritu?
No tengo donde ir en este mundo secuestrado sin sueños.
No iré Quemoz, dios de Moab que exige sacrificios humanos,
No iré a Moloc, dios de Amón, que pide que pase a mi hijo por el fuego.
dioses que agobian y devoran a quienes le adoran, sin piedad,
dioses que surgen hoy, son amores peligrosos como en la antigüedad.
¿A quién iré, si tú no me echas fuera...?
Pero si expulsas de mi alma todos los caprichosos demonios.
No iré a Baal, dios de los Sidonios que adoraba Jezabel,
dioses que no sacian el corazón sediento de Israel.
Cisternas rotas que no retienen agua, son todos ellos,
dioses tiranos ,que tu destruiste mi Señor con fuego.
¿A quién iré, si tú puedes perdonarme y darme vida?
No tengo destino, ni esperanza lejos de tu presencia, por eso dame hoy con urgencia.
Una amistad como a Abraham, que le prometiste millones de estrellas,
El amor a David en su hora lastimera.
El señorío de Moisés que dio la espalda a Egipto y a toda su gloria,
La oración de Elías que traspaso los siglos con su flamígera historia.
¿A quién iré, si tú tienes palabras de vida eterna?
Si tú tienes el máximo poder y sabiduría sin contrapeso.
Tiemblan los montes y se deshacen las nubes a tu regreso.
Retumba tu orden en los torrentes caudalosos que nacen de la montaña,
Se escucha tu voz en los corazones de aquellos que lealmente te aman.
¿A dónde iré, Si Tú tienes amor verdadero que enjuga todas mis lágrimas?
Reinas entre seráficos seres en un Universo de luz,
Me atraes irresistiblemente para adorarte al pie de tu Cruz.
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